martes, 13 de febrero de 2024

Ciberseguridad, hacking y certificaciones

La primera vez que oí hablar de hacking sería en los albores de los 90, cuando un amigo me habló de un libro sobre esto que se titulaba «El huevo del cuco» y que me leí en «cuatro tardes» de verano. Tiempos en España de la red Fidonet y modems de 2400bps, 9600bps y alguno más rápido que acababa de salir y costaba un riñón. Sería por la época dorada de mi Amstrad PC-1512 (o puede que otro algo mejor ya que se pierde en los albores de la historia de la segunda edad, como diría Tolkien) cuando recibí una invitación para participar en una reunión de hackers y que, a día de hoy, sigue siendo un misterio para mí cómo recibí dicha invitación por carta. En esta reunión conocí a una persona que se convertiría en uno de mis mejores amigos y con el que aprendí mucho ya que no había cursos ni certificaciones para poder saber cómo entrar en un ordenador, sin ser invitado, o hacer ingeniería inversa.

Fue una época donde empezaba con Minix y Xenix a ver el potencial de los sistemas Unix y más tarde con GNU Linux cuando me aficioné a aprender a recompilar el kernel para tener más fiabilidad y estabilidad, recompilar comandos para jugar con los procesos y ficheros (ps, ls, etc.), mejorar mis conocimientos en el lenguaje C y ensamblador, y que me sirvió para, más adelante, desensamblar y realizar ingeniería inversa de virus como NATAS, de Jame Gentile, o investigar sobre diversos juegos y programas de laboratorio cuyas protecciones eran bastante buenas.

Y qué decir del sistema láser de diskettes, «¡ese lo inventamos mi amigo Ivan y yo!», agujereando físicamente el disco que queríamos que fuera el original para luego usar el formateo de esos sectores y comprobar si nuestro programa se había copiado. Vale, cierto que no lo inventamos nosotros porque ya habíamos oído algo de dañar físicamente partes de los discos para realizar las verificaciones, pero nos sirvió para investigar la BIOS y los servicios del MS-DOS a fondo 😉

Han sido unos años en los que para trabajar no podías decir que eras hacker, porque en primer lugar no se entendía y en segundo porque si alguien conocía la palabra directamente no te contrataba y te echaba a patadas. No había todavía esa acepción de «ético» que ahora está tan de moda aunque sí empezaban a dividirse entre hackers y crackers sin que tampoco quedase bien descrito que un hacker es una persona curiosa a la que le gusta investigar y, quizás, salirse algo de la norma establecida, pero que como con todo, puedes ser más tímido con tus conocimientos o más «osado» y simplemente aprender cómo puedes crear una escalada de privilegios por un problema en el kernel o usarlo para fines no lícitos.

Pero ahora todo es distinto, ahora si tienes estudios de ciberseguridad y, sobre todo, alguna certificación tienes hasta posibilidades de trabajar en esto. Eso si, el abanico de posibilidades de formación es inmenso y de hecho es un negocio: cursos, hackatons, laboratorios, boot camps y, como no, certificaciones.

En mi caso, creo que las OSCP y OSCE son las que más me atraen, claro, es evidente que me gusta la parte más práctica pese a mi edad, pero existen multitud de certificacciones desde las más teóricas hasta estas más prácticas con precios diversos, si bien, como con todo, esto ahora es un negocio y depende de la dificultad y prestigio de la empresa que expide estas certificaciones para que sean tomadas más o menos en cuenta a la hora de servir, como reclamo, para un puesto de trabajo desde analista de nivel 1 hasta CISO.

Desde los 80 y 90 hasta nuestros días se han producido muchos cambios, cambios en el significado de la palabra hacker o jáquer, cambios en la concienciación por la ciberseguridad, cambios en los sistemas de detección de malware, amenazas e incidentes y hasta cambios estéticos y de imagen, como es crear logos con aspecto militar (puñales, escudos, águilas, etc.) para proporcionar un impacto más directo de seguridad «ofensiva» a los clientes. La vida cambia y los conceptos y sensibilidades también

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